A ti, Juan Panero, mi hermano,
mi compañero y mucho más:
a ti tan dulce y tan cercano:
a ti para siempre jamás.
A ti que fuiste reciamente
hecho de dolor como el roble;
siempre pura y alta la frente,
y la mirada limpia y noble;
a ti, nacido en la costumbre
de ser bueno como la encina;
de ser como el agua en la cumbre,
que alegra el cauce y lo ilumina:
a ti que llenas de abundancia
la memoria del corazón;
a ti, ceniza de mi infancia
en las llanuras de León:
desamparada y dura hombría
donde era dulce descansar,
como la tarde en la bahía,
desde el colegio, junto al mar;
en la vieja playa de Gros,
cuando quedaban prisioneras
las palabras entre los dos;
cuando era suave y silenciosa
la distancia que ya no ves;
los pinares de fuego rosa
y la espuma de nuestros pies;
cuando era el alma lontananza
y era tan niña todavía
entre mis huesos la esperanza
que hoy se torna melancolía...
Allá en la falda soñolienta
del monte azul, en la penumbra
del corazón se transparenta
el hondo mar que Dios alumbra:
y ese dolor que el alma nombra;
¡esa pesadumbre de ser
detrás de los muros en sombra
adolescente del ayer!
A ti, valiente en la inocencia;
a ti, secreto en el decir;
y voluntad de transparencia
igual que un ciego al sonreír;
a ti el primero, el siempre amigo,
vaya en silencio mi dolor
como el viento que esponja el trigo
y remeje con él su olor:
vaya en silencio mi palabra,
como la nieve al descender
duerme la luz para que abra
la fe mi sueño y pueda ver.
De tu tristeza sosegada
y de tu camino mortal
ya no recuerdo tu mirada;
no sé tu voz o la sé mal.
No llega el eco de la orilla
ni puedo mirarte otra vez,
y mi palabra más sencilla
es la misma de la niñez.
A ti, que habitas tu pureza,
a ti, que duermes de verdad;
casi sin voz el labio reza;
acompaña mi soledad.
(Astorga, León, España,1909 – Castrillo de las Piedras, León, 1962). Poeta. Entre sus galardones, el premio Fastenrath de la Real Academia Española y el Premio Nacional de Literatura en 1949.