Mientras no se excedan de tamaño y de costumbres,
les permito habitar en las vigas del techo, la baulera del placard,
algunos rincones del baño, el espacio detrás de la heladera,
el área de las patas, debajo de la cama.
No me gustan particularmente, no me molestan.
Las uso para pensar en lo diverso y lo efímero.
A veces me cambia el humor y las mato
sin remordimiento. Mi espanto
no es de este mundo.
Little horse
Ahora pienso que la actitud del consorcio
no era solo benevolente con Johann, el portero,
que a veces recordaba las trincheras alemanas.
En los hechos, todos temían el celo
con que alimentaba la caldera.
El senor Pencel, un arquetipo de la mesura intrascendente,
y su hija, salida de un Degas, inmerecidamente etérea.
Luego los Fuchs, con un número indeterminado de hijos,
y los Bourbon, una trilogía de boxers
aparentemente próspera.
Los Einsenstein, y aquella madre con aspecto de Treblinka;
acaso la única familia del consorcio más escandalosa que la nuestra.
El Sr. Maniglia tenía un rito particular:
cuando se le escapaba un pájaro de alguna jaula,
ponía un cebo en la vereda de enfrente
y esperaba hasta que se acercase, las horas que fuera.
Entonces le pegaba un tiro.
Un edificio que nunca
termina de derrumbarse.
Gerardo Gambolini (Buenos Aires, Argentina, 1955). Poeta, traductor y antólogo de poesía irlandesa.