Nací
en un tiempo triste y en un triste país
donde las cosas bellas tenían nombres feos
donde pecado
era el nombre que daban al amor y donde
tristes gentes hablaban de la guerra y se tocaban
el sexo en las tinieblas y con prisas furtivas
en la noche del sábado tras haber contraído
matrimonio buscando
patrimonio y remedio
a la concupiscencia o a la sífilis.
Nací en un tiempo triste
y en un triste país
donde la gente iba vestida
de negro casi siempre
y llevaba bigotes cuadrados en el alma. Donde
ya no servían los nombres de las cosas
porque las cosas estaban prohibidas
o eran obligatorias: levantar el brazo
con la mano extendida
para que los brazos no pudieran
abrazar y las manos
llegaran siempre tarde a la caricia.
Nací en un tiempo triste y en un triste país
donde los niños se llamaban flechas
o pelayos cuando eran ya mocitos
y llevaban camisa
azul y la cabeza
rapada por la parte de dentro y por defuera:
mitad monje y soldado les decían
que tenían que ser cuando crecieran
y hubieran de avanzar gallardamente
por Dios hacia el Imperio o viceversa.
Nací en un tiempo triste y en un triste país
donde las niñas
se llamaban Begoña y aceptaban
mansamente un futuro
de monjas o matronas gordezuelas
cuando la superiora colocaba
duros sostenes sobre sus tetas tiernas
y más duros aún sobre la parte
más tierna del cerebro para que las ideas
no desbordaran nunca el límite preciso
de su destino de mujer: virgen o madre
y si fuera posible las dos cosas.
Nací
en un tiempo triste y en un triste país:
abjuro para siempre
jamás de aquella patria
donde un millón de muertos velaban el cadáver
de los supervivientes.
Margaritas
Cada mañana,
cuando los cubre aún
la nieve transitoria del rocío,
recorro los sembrados cercanos a mi casa
y las voy recogiendo
una por una:
las más grandes y tiernas,
las más blancas,
las amarillas como un don del sol.
Cuando tengo un puñado
grueso como el tobillo de un niño de tres años,
hago con ellas
un ramillete humilde, esplendoroso,
y lo lanzo
con gesto displicente y ademán
de estudiada elegancia discreta
a la oscura pocilga donde hozan los cerdos.
Iván Tubau Comamala (Barcelona, 1937) Doctor en Filología francesa y licenciado en Periodismo y Arte dramático. Profesor de Ciencias de la Comunicación. Periodista, ensayista, autor de relatos y poeta. Premio Enric Ferran 1991, Jocs Florals 2001 y Ausiàs March 2003.