Tigres en el jardín
Como un ascua de odio te hemos visto en la aurora,
como un trigal de cielo derramado en la vega,
y hemos sorbido el agua que tu contacto dora
y ese aroma de rosas que nos cerca y anega.
En este huerto el lirio es feliz. Sólo implora
libertad nuestra sangre, mientras la nube llega,
se riza y, leve, pasa. Da el chamariz la hora,
y el gozo de la sombra, como un rencor, nos niega.
Solos entre las dalias, entre cedros y fuentes,
tanto nos asediamos que nos cala hasta el hueso
este amor sin futuro y esta luz de los dientes.
Tigres somos de un fuego siempre vivo e ileso,
y te odiamos por libre, recio sol, mientras puentes
de plata ha levantado la muerte a nuestro beso.
Amor mío te ofrezco mi cabeza en un plato:
desayuna. Te ofrezco mi corazón pequeño,
y una vena fecunda que tu lengua de gato
ha de lamer, ya claras las arrugas del ceño.
Otra copita y basta: Amor mío, qué rato
más feliz tu mordisco, como un nudo de sueño,
Yo escalo las paredes, tú apacientas un hato,
y yo balo en la sombra como cabra sin dueño.
Para ti no es la sombra, para ti es sólo el día,
mi Amor nunca tocado por un dedo de bruma,
mi Amor nunca dejado por la indemne alegría.
Te ofrezco un dedo rosa y unos labios de espuma,
Amor mío; te ofrezco la lengua que tenía
cuando dije tu nombre y era el eco una pluma.
Antonio Carvajal (Albolote, Granada, 1943). Doctor en Filología Romántica por la Universidad de Granada y titular de Métrica. Premio Nacional de la Crítica en 1990. Su obra poética consta de una veintena de títulos publicados.